Aclarando lo que parece una contradicción.

Algunas personas me han dicho que parece una contradicción el denominado método de Dejar ir y el hecho de gritar, que les sugiero en determinadas ocasiones, cuando están muy superados y aún no tienen una relación amigable con sus emociones.

Los veo métodos complementarios, que ayudan a soltar tensiones y sentirse más tranquilo y poder abordar la cuestión preocupante desde un lugar de más calma y claridad. A ver a ti qué te parece.

Complementarios, no contradictorios.

Voy a ver si logro explicar por qué los dos métodos me parecen complementarios.

Imaginemos una humana, con todo lo que ello implica: siente, padece, goza, sueña, disfruta.  Permanece mucho tiempo en calma, tanto mental como total, pero a veces se altera, se ofende, se frustra…  Hasta aquí, todo normal, ¿verdad?

Porque es humano tener sentimientos, pensamientos y emociones, y tener sensaciones a nivel corporal. 

Nuestro corazón, percibe mensajes del exterior.  Pues no solo percibimos con los 5 sentidos conocidos (oído, vista olfato, tacto y gusto), sino que el campo magnético del corazón es súper sensible y receptivo.

Las neuronas del corazón envían mensajes a las del cerebro, sistema nervioso central, es aquí donde se monta todo el sarao con los neurotransmisores, los impulsos nerviosos, que transmiten así mensajes eléctricos y químicos entre neuronas y otras células, que recorrerán todo nuestro cuerpo.  De modo que el cerebro trasmitirá órdenes a todos los órganos del cuerpo para que actúen, con la misión de autodefensa. 

Alerta

Cuando mi oído, vista o corazón percibe algo del exterior, el cerebro interpreta que le puede dañar y activa las alertas de peligro y todo el sistema se pone a la defensiva y aparece la tensión.   Esto viene de serie en todos los animales.  Los humanos solo somos una especie animal un poco más evolucionada (tenemos una parte del cerebro más desarrollada, que nos diferencia de los demás mamíferos, permitiéndonos idear, imaginar, crea).

Una vez en alerta, cualquier animal activa el sistema defensivo, que puede llevarle a la parálisis, al ataque o la huida, dependiendo de la especie y de la circunstancia (de lo peligroso que considere al enemigo).

La especie humana se comporta igual, pero con algunos matices más, según sean nuestra herencia genética, lo aprendido y las experiencias vividas en la infancia (guardadas la mayor parte en el inconsciente).  Podemos:

  • 1. camuflarnos (cual camaleón), tratando de pasar desapercibidos, paralizados en muchos casos.
  • 2. Huir, salir corriendo y no enfrentar los conflictos, problemas o asuntos pendientes. 
  • 3. Atacar al supuesto «enemigo» o tratar de defendernos de él o de las situaciones. 

Y aquí cada uno utiliza diferentes tretas, que podemos simplificar en tres estrategias diferentes:

Humanos tras sus máscaras
  • Hay quienes de manera general se amparan tras una máscara y escudo de altivez, distanciamiento y frialdad, tratando de no sentir el dolor del ataque u ofensa, mostrando indiferencia.
  • Otros se protegen tras una máscara de buenismo, falsas comprensión y empatía.  Siempre disimulando su sentir, el dolor que les ha producido el ataque.  Pero guardando mucha inquina hacia el otro o el mundo, tras su falsa sonrisa o, hacia sí mismos por no hacerlo de otra manera.
  • Y otros, expresan abiertamente su dolor, su debilidad, creyéndose víctimas y haciendo sentir culpable al supuesto enemigo.
Vivir a la defensiva

Digo todo el tiempo “supuesto enemigo”, porque en realidad, hoy en día, no habitamos en las cavernas, no tenemos que defendernos de animales salvajes que puedan atacarnos y la mayoría, afortunadamente, no estamos en un Estado en guerra.  Pero nuestra memoria biológica guarda bien lo experimentado en otra época.  Y nuestro sistema defensivo bebe en ese inconsciente, siempre velando por la supervivencia de la especie.

De modo que, a día de hoy, vamos por nuestra vida, que podría ser dulce y suave, como si estuviésemos en la selva.  Vivimos tensionados, nuestro sistema nervioso está alterado y en modo peligro todo el día, sin descanso 24/7 (24 horas, 7 días a la semana).

Por la carga de estrés que llevamos a cuestas, por malos hábitos de vida, de sueño, alimenticios (que dañan nuestro aparato digestivo y de ahí al cerebro hay un paso), por cambios hormonales (tipo menopausia) o por otras alteraciones neurológicas.

Y esta sobrecarga hace que enfermemos, que estemos inflamados y los malos humores nos salgan hasta por las orejas.

Acepta el mensaje sin matar al mensajero

Pero, démonos cuenta de que el enfado está dentro de cada uno.  Vale que viene uno y te ignora, te dice una fresca, te pisa, etc.  Sí, ese uno existe, lo tienes delante en la cola del pan o sentado en la mesa de al lado en la oficina… Existen otros seres a nuestro alrededor. 

Pero son meros mensajeros.  Te lo aseguro.  Si empiezas a verlos como tal y no los matas, cuando te dan el mensaje, podrás ver lo que está en tu interior, queriendo salir.

Ese mensaje que está en tu interior: es una emoción contenida, rechazada anteriormente, que debe ser atendida, que ha de permitírsele salir, sentirla.  Para poder trascenderla.

Practica dejar ir

Si esa emoción ha estado encerrada durante mucho tiempo, siempre tratando de que no se nos notase el malestar, enfado, desacuerdo, tristeza… O si la hemos sacado a modo de reproche hacia el otro (no haciéndonos cargo de nuestra responsabilidad).  No tendremos mucha práctica en dejarla ir, ni en expresarla de modo no destructivo.  Por lo que practicar en soledad o en un espacio seguro, tipo sesión terapéutica, es lo más recomendable.

Pero, ya digo, es una práctica, un entrenamiento, que requiere su tiempo.  Por lo que, aun practicándola, puede resultar frustrante o inquietante al principio, cuando aún no está integrada.  

Entre tanto practicas dejar ir, ¡grita!

Es por eso que recomiendo a algunas personas que, ante un ataque de ira o de lo que sea en esa línea, cuando se sienten muy superadas por lo que están sintiendo, griten.

Por favor, griten a solas, se ausenten de donde están, se encierren en alguna habitación, tomen un cojín se lo pongan delante de la boca y a soltar esa energía apremiante, que insta por salir.

Vale también golpear algo, los “pull” de natación (especie de lombriz de espuma) son muy útiles para esto, si no dispones de un saco de boxeo.  Y correr, saltar sin parar o bailar también sirven para descargar.

Métodos básicos

Si te das cuenta son métodos básicos, muy primitivos.  Es lo que los animales hacen: arañar, aullar, correr.  Lo que no hacen los animales es guardárselo y dañarse a sí mismos.  Y luego nos consideramos muy evolucionados los humanos…

Una vez superado el primer impulso, podemos respirar tranquilamente, seguro que ya relativizamos un poco más lo acontecido.  Y podemos empezar a mirarlo con cierto distanciamiento o perspectiva y dejando lugar a la posibilidad de que haya otras maneras de ver la situación, otras interpretaciones posibles.